25 de agosto de 2012

24. Hermanas.



Gastón la había seguido con la mirada, después de decirle que no importaba; dudó si lo habría escuchado, pero, por lo menos, él sí la había oído. Su voz, hacía juego con su cara, era hermosa y lo cautivaba. Volvió a dar una pitada a su cigarrillo, para terminarlo, y después arrojarlo al piso y pisarlo, le extrañó que nadie le dijera nada.

La morocha seguía bailando, él continuaba observándola, no podía no hacerlo. Quiso distraerse, ella ni lo había registrado. Pero, tampoco pudo lograrlo en ese intento. Cuando se estaba autoconvenciendo, que estaba pensando cualquier cosa, la volvió a ver, ahora era ella quien lo miraba y, nuevamente, se acercaba a la barra, más precisamente, a él. Cuando estuvo en frente de su cuerpo le habló.

-Mis amigas se están yendo –comenzó a decir, mientras señalaba con su pulgar hacia la salida, por donde un grupo de personas se estaban retirando del lugar- Y yo, me aburro –en ese momento, el rubio lo comprendió- ¿Bailas conmigo? –le pidió, extendiendo su mano derecha; Gastón, ni siquiera le asintió, se paró inmediatamente, la tomó de su mano, y juntos se dirigieron al centro de la pista.

-¡Mariana! –gritó, un poco, en su oído, mientras bailaban.

-¿Qué? –preguntó el rubio, sin escuchar.

-Que me llamo Mariana, me dicen Lali –dijo con una de las sonrisas que cautivaban a cualquiera.

-¡Ah! –Dijo, comprendiéndolo todo- Gastón, un placer –dijo en su oído, seductoramente.

-El placer es mío –dijo con otra sonrisa en su cara. Definitivamente, ese hombre le había sacado el aire. El resto, había sido historia.

Fin del flashback.

Todavía lo recordaba, todavía la recordaba, pero, ahora con un sonrisa. Ella le había pedido que fuera feliz, por más que le doliera en el alma que no fuera juntos, quería que fuera feliz. Se recostó en su sofá, ahora era su turno de enamorarse y poder ser feliz con alguien lo quiera, más bien, que lo ame.

Mariana tocó la puerta de su cuarto, Rocío la había mandado a llamar con Norma, recordaba que le había pedido hablar con ella y se preguntaba sobre que sería. Lali, todavía tenía un rechazo hacia a ella, pero no tenía pruebas suficientes para comprobar lo que sospechaba. Al no recibir respuesta del interior, ingresó despacio, por si acaso. Allí se encontraba Rocío, sobre su cama, con sus ojos empapados en lágrimas, y con un pañuelo en mano. Lali, se sorprendió ante tal escena, jamás la había visto tan débil y vulnerable a la vez. Se acercó a ella, para preguntarle cuál era el causante de que estuviera tan mal.

-¿Rocío qué te pasa? –se acercó, apresuradamente, para sentarse a su lado, y pasar su brazo derecho por la espalda de la rubia. Ella no le respondió, sólo la abrazó.

-No puedo más, Mariana –dijo, después la abrazó, llorando desconsoladamente en su hombro. En un principio, Lali, la asombró su actitud, aún así, la abrazó fuerte; sabía que necesitaba confiar en alguien, por más que no entendiera por qué ese alguien tenía que ser ella.

-Por favor, confía en mí –dijo, acariciando su cara, intentando secar sus lágrimas- ¿Qué te pasa?

-Es mi vida, no la aguanto más. Es el casamiento, es la presión, el futuro.

-¿Qué tiene tu vida? –Trató de entender- Es perfecta, lo que siempre soñaste. ¿O no es así? –preguntó sosteniendo sus hombros, al notar, como la rubia, quería volver a quebrarse.

-No entendes, esto; todo esto, no es lo que yo quiero.

-¿Y qué es lo que querés? –dijo, intentando, alejarse un poco- ¿A ese tal Coco? –dijo, levantando sus cejas, un poco resentida, por las dudas que crecían día a día en su interior.

-¿Qué sabés de él? –dijo, por primera vez, sin llorar.

-Poco y nada –dijo negando con su cabeza- A lo mejor, me querés aclarar ciertas dudas, porque no entiendo cómo podés hacerle eso a Pablo.

-Te juro que no puedo manejarlo –dijo, como si se estuviera disculpando-
Se llama Domingo, le dicen Coco y lo amo –dijo, con una media sonrisa- Pero, no podemos estar juntos –Mariana, la miró, no pudiendo comprender sus palabras y buscando respuestas a cada pregunta que se hacía en su cabeza- Quiero jugarme por él, pero me da miedo. Tu papá y mi mamá, nunca me lo perdonarían, ellos sueñan con mi casamiento con Pablo, pero yo no.

-¿Por qué? Mi papá y Julia quieren tu felicidad. Te van a entender –dijo acariciando su cara, con un poco de esperanza; por más que lo negara, había imaginado alguna que otra vez, una vida junto a Pablo, y si esto era verdad, todo sería más fácil.

-No es tan fácil. Ellos ya tienen todo planeado. ¿Entendés? –dijo, abriendo sus ojos- Mi vida, está predestinada, igual que la de Pablo –ante la mirada de su hermanastra, intentó explicarse- Si yo no me caso con él, perdería todo, Julia y Carlos me desheredarían y el padre de Pablo, no me quiero imaginar; es capaz de destituirlo de su cargo en la empresa.

-Claro –dijo, comprendiendo, en su mayoría lo que Rocío le explicaba. La rubia, necesitaba compartirlo con alguien, necesitaba desahogarse; había confiado en ella y por primara vez, apreciaba su actitud con ella- Tu futuro con Pablo, está asegurado.

-No sólo el mío, el tuyo, el de nuestros padres y el de tres generaciones más –dijo, preocupada, quería demasiado a Pablo, pero, sinceramente no lo amaba, y tenía la certeza de que él, tampoco a ella; jamás lo habían hablado pero lo suponía, con obvias razones- Además, no sé, yo lo quiero demasiado a Pablo, y en el fondo, no me disgustaría.

-No se trata de disgustar; uno se casa por amor Rocío –dijo, tragando saliva. Estaba segura que ese casamiento se iba a realizar, quieran los novios o no- Ustedes son adultos pueden decidir por sí mismos.

-No es tan fácil como parece te lo puedo asegurar –dijo, bajando su mirada y agachando su cabeza, mientras frotaba sus manos, nerviosa- Además yo sé que me estoy obsesionando –Lali, la miró, como preguntándole a qué se refería. Rocío la comprendió, como rara vez sucedía entre ellas- Con Pablo, me duele que sea así, pero me estoy acostumbrando a la idea de mamá y me da miedo lastimar a Coco, y a la otra –Mariana se paralizó, abrió sus ojos y volvió a tragar saliva- Sé que hay otra, que lo ama y que Pablo ama –Lali no pudo evitar que sus ojos se humedecieran un poco y que una lágrima recorriera su mejilla izquierda. Rápidamente, intentó secarla con la mano contrario, para que su hermanastra no lo notara, la situación era horrible; ella se sentía horrible. Ahora que entendía como Rocío sufría, no podía evitar sentirse culpable, por más que la rubia, nunca supiera lo que la morocha sufría, también.

-Todo va a estar bien, te lo prometo –dijo con una sonrisa; necesitaba tranquilizarla, y sólo se lo prometió, por más que no tuviera ninguna certeza- Sé que no somos las mejores hermanas, pero podés confiar en mí. Enserio –dijo volviendo a sonreír.

-Gracias Lali –dijo, apenas riendo, ya que jamás la llamaba de ese modo. Lali también lo hizo, mirando unos segundos para un costado- Sos una buena mina, como decís vos –dijo, tomándole ambas manos con las suyas, y riendo, apenas- Y  también podés confiar en mí –terminó la charla, para fundirse en un abrazo, necesitado para ambas. Se conocían hace años, prácticamente, desde su niñez, y jamás habían logrado tener tal acercamiento. Eran hermanas, por más que la sangre dijera lo contrario, sus corazones, lo afirmaban.